Los complejos hospitalarios — cerca de 700 en toda España, independientemente de su titularidad pública o privada, tamaño y ubicación— bien pueden considerarse “pequeñas ciudades”. No solo por una mera cuestión de ‘población’, englobando en este concepto tanto el posible número de pacientes hospitalizados (según número de camas) y ambulatorios, visitantes y trabajadores que coinciden en el recinto, y que en su cómputo puede superar en muchos casos al número de residentes de pequeñas localidades. Pero también pueden considerarse así por las infraestructuras, servicios y sectores que en ellos confluyen, más allá de lo sanitario y asistencial. Desde la restauración (cafetería, restaurantes), tiendas de concesión externa, así como lo relacionado con el parking móvil (vías internas de circulación, zonas de estacionamiento, etc.)
Pero, si se habla de impacto ambiental, el de un complejo hospitalario de tamaño medio-grande puede ser mucho más elevado que el de una pequeña ciudad semi-rural o rural (donde no exista peso industrial). Según datos de la consultora energética especializada Ipsom —y teniendo en cuenta la variabilidad de los datos según la tipología del centro y el estado de sus instalaciones— un hospital puede consumir entre 20-60 mil kWh por cama, unas 20 toneladas medias de CO2. Por metro cuadrado sería entre 150 kWh y 350 kWh. Aproximadamente el consumo de la red nacional de hospitales es de 6 mil GWh, lo que implica un consumo del 2 por ciento sobre el total del país. Basta con tener en cuenta que en estos complejos se consume energía 24 horas/365 días año, lo que arrojaría cifras en torno a las 8760 horas de consumo anual por centro. La mayor parte de esta energía se dedica a la climatización de las diferentes estancias del edificio, la ventilación, la iluminación y el suministro de agua caliente.
El mismo análisis puede realizarse con otros recursos como el agua. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, cada español consume una media de algo más de 130 litros/día. Esta cantidad puede llegar a multiplicarse por cuatro o cinco en el caso de un paciente hospitalizado, en función de variables como el consumo directo asociado a su estancia (comida, limpieza de la habitación, higiene, máquinas, etc.) o la cartera de servicios y equipamientos del centro: lavandería propia, etc. Según los datos aportados por la Red Global de Hospitales Verdes y Saludables —de la que se hablará más adelante— se pueden alcanzar los 900-1.000 litros/paciente/día en un hospital español.
Asimismo, al hablar de impacto ambiental no solo hay que computar los consumos. También son de suma importancia los residuos generados. Más allá de los residuos sanitarios asociados a la razón de ser de estos centros —y que la legislación obliga a una gestión específica propia—, diversos estudios sitúan en torno a 7 kilos la cantidad de residuos que se generan diariamente ligados a una estancia hospitalaria.
Un ‘quid pro quo’
Datos así han hecho crecer la conciencia —y obligaciones— en torno a los ‘ecosistemas’ hospitalarios y el óptimo impacto ambiental derivado del funcionamiento de estos centros. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente una cuarta parte de las enfermedades y muertes que se producen en el mundo en a actualidad son atribuibles a lo que define, en términos generales, como “factores ambientales”. Entre ellos, la contaminación del aire en espacios abiertos y cerrados, el cambio climático y la mala administración de los recursos naturales.
La prestación de servicios de salud a menudo contribuye al problema sin advertirlo. Los hospitales ejercen efectos significativos en la salud ambiental, tanto en las fases previas como posteriores a la prestación del servicio. Pero no solo es cuestión de conciencia con la salud del planeta. Este compromiso es un quid pro quo, dado que un negativo impacto medioambiental y las consecuencias de ello, como es el cambio climático y/o posibles eventos atmosféricos, puede suponer la irrupción de enfermedades —como las respiratorias— o situaciones de emergencia sanitaria a las que estos centros tendrían que dar respuesta asistencial. Y, por ende, disponer de las infraestructuras y recursos materiales y humanos necesarios.
La pandemia de la Covid-19 —aunque no tenga relación con factores ambientales— ha dejado un claro ejemplo de los riesgos que, acotados a un periodo de tiempo concreto, supone llevar al colapso a estos centros o a una sobredemanda de los recursos asistenciales. Este compromiso con el medio ambiente es, por tanto, una suerte de “hoy por ti (medio ambiente), mañana por mí (hospital)”. Por los dos, se podría afinar.
Entre el compromiso propio y la obligación
Así las cosas, la aplicación de políticas medioambientales en estos entornos puede definirse como una balanza cada vez más equilibrada entre la voluntariedad, la necesidad… Pero también la obligación.
A los criterios internacionales de gestión medioambiental como la norma ISO 14001—y su versión UNE-EN-ISO 14001— y directrices comunitarias generales que también deben atender estos centros (Libro Verde o Directiva 2010/31/CE de eficiencia energética; Directiva Marco del Agua 200/60/CE, etc.), se suma la legislación nacional —como la Ley 22/2011, de 28 de julio, de residuos y suelos contaminados—. Todas ellas pueden ser ampliadas por las Gerencias con la aplicación y cumplimiento de diversas normativas AENOR de gestión medioambiental y/o diferentes legislaciones autonómicas en este campo. La cada vez mayor regulación se completa con otras iniciativas más ligadas a la voluntariedad de los centros, como es la adhesión al Sistema Comunitario de Gestión y Auditoría Medioambiental (Registro EMAS).
Junto al avance de la normativa, también lo ha hecho la inversión y desarrollo de proyectos dotados con fondos públicos. Por ejemplo, la Comisión Europea pone en marcha de forma anual su Programa Life+, a fin de reconocer y subvencionar proyectos de sostenibilidad. Entre los nominados de 2019 se situó el proyecto español Smart LIFE Hospital, desarrollado por un consorcio de empresas y centros tecnológicos del que también participa el Servicio de Salud de Castilla y León (Sacyl).
El proyecto Smart LIFE Hospital tiene por objetivo aumentar la capacidad de adaptación de los hospitales al cambio climático mediante el desarrollo de planes de actuación basados en mejor gestión de la energía, agua y residuos. Esta iniciativa tuvo una primera experiencia piloto en 2014 en el Hospital Rio Ortega de Valladolid por el cual se consiguió ahorros de más de un 30 por ciento de energía térmica —incidiendo especialmente en la climatización en quirófanos—, un 35 por ciento el consumo neto de agua y un ahorro del 10 por ciento en electricidad por los sistemas de iluminación, entre otros objetivos.
Servicios de Gestión Ambiental: el ‘decano’ Hospital San Carlos
Por todo lo anterior no resulta extraño que la política ambiental sea ya parte activa de la gestión de un hospital. De esta manera, es habitual encontrar en la mayoría de los organigramas de estos centros un Servicio de Gestión Medioambiental o Comités de Gestión Ambiental, como algunas de sus denominaciones más comunes.
“Es esencial integrar estos equipos en las estructuras organizativas y que el paciente y la sociedad sepa que el centro está implicado con el cuidado del medio ambiente”, apunta a EDS Gema Pastor, coordinadora del Servicio de Gestión Ambiental del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Aunque se trata de uno de los complejos hospitalarios más ‘veteranos’ de Madrid, con más de 200 años de historia fue, en cambio —o quizá por eso—, de los primeros en implantar una política respetuosa con el medio ambiente. El servicio que coordina Pastor es, de hecho, uno de los ‘decanos’ en este campo, al constituirse en 1999.
En la actualidad, el Hospital San Carlos cuenta con una superficie de 175.000 metros cuadrados, una población asignada de cerca de 370.000 personas, cerca de 860 camas (en torno a 700 funcionales) y más de 5.000 profesionales trabajando en el complejo. En sus programas de Gestión Ambiental anuales —y que se auditan en una posterior Memoria de Sostenibilidad— se recogen ambiciosos retos como la reducción anual del 5 por ciento del consumo eléctrico —en 2019 se alcanzó una reducción del 10 por ciento de electricidad gracias a un sistema de luces LED—, la sustitución progresiva del uso de gas refrigerante por gases menos contaminantes, o realizar “al menos cuatro acciones de sensibilización” con el personal cada año.
“Los objetivos se van consiguiendo poco a poco porque somos un hospital antiguo” apunta Pastor. Actualmente, se encuentran en plena reforma de la cocina del hospital, la cual coincide con el también desarrollo de un plan de ahorro de agua mediante la instalación de difusores y la sustitución de los hasta ahora contenedores de residuos biosanitarios de un solo uso por contenedores reutilizables. Las acciones de concienciación y campañas de sensibilización internas no se han detenido por la pandemia de la Covid-19 pero sí han tenido que planificarse en clave virtual. Es el caso de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, aún en plena desescalada de la crisis sanitaria (5 junio).
La aplicación de políticas de sostenibilidad es tal que ya no solo afectan a los servicios y estructuras bajo control y supervisión directa de la gerencia de los hospitales. En el caso del Hospital San Carlos —y en buena parte de los centros— las exigencias de compromiso medioambiental se extienden a las empresas subcontratadas y proveedores del centro. “En los contratos que publicamos se incluyen clausulas ambientales”, confirma Pastor. ¿Un ejemplo? “En los relacionados con la gestión de residuos, se exige que los vehículos que vayan a utilizar para el servicio sean de bajas emisiones”, expone la coordinadora de este Servicio.
La mirada internacional: Red Global de Hospitales Verdes
El movimiento de cara a reducir el impacto en el medio ambiente es consecuencia de las actividades que se generan en un hospital es transversal. Prueba de ello es la ONG Salud Sin Daño, una coalición internacional de hospitales, profesionales sanitarios, trabajadores de estos centros, asociaciones locales, sindicatos y organizaciones ambientalistas que se proponen transformar mundialmente el sector sanitario, de modo que sea ecológicamente sostenible y un importante promotor de la salud y la justicia ambientales.
Su objetivo principal es cuidar la salud de los ciudadanos y del medio ambiente. Dentro de esta coalición se integra la Red Global de Hospitales Verdes y Saludables, formada por 1.200 centros en 60 países que trabajan para que el sector de la salud se sume al movimiento por el cambio climático y expanda su misión sanadora más allá de las cuatro paredes de sus establecimientos (www.hospitalesporlasaludambiental.net).
Varios hospitales nacionales forman parte de esta red y, por ende, hacen suyos los compromisos con la sostenibilidad de esta coalición. En concreto, junto al ya citado Hospital Clínico San Carlos, se encuentran el Hospital Universitario de Torrejón y el Hospital de Guadarrama (ambos también en la Comunidad de Madrid); el Hospital Universitario de Cruces (Vizcaya), el Hospital General La Mancha Centro (Ciudad Real); Hospital de Manises (Valencia) y el Instituto Catalán de Oncología (Barcelona).
¿Qué son los “hospitales verdes”?
Pero, ¿qué se entiende por hospital verde? No existe ninguna norma mundial que defina qué es, o qué debe ser, un “hospital verde y saludable”. Sin embargo, en esencia, Salud Sin Daño lo define de la siguiente manera: “Un hospital verde y saludable es un establecimiento que promueve la salud pública reduciendo continuamente su impacto ambiental y eliminando, en última instancia, su contribución a la carga de morbilidad. Reconoce la relación que existe entre la salud humana y el medio ambiente, y lo demuestra a través de su administración, su estrategia y sus operaciones. Conecta las necesidades locales con la acción ambiental y ejerce la prevención primaria participando activamente en las iniciativas por promover la salud ambiental de la comunidad, la equidad sanitaria y una economía verde”.
En este sentido, esta entidad ha elaborado lo que denomina ‘Agenda Global para Hospitales Verdes y Saludables’. Este documento ofrece un marco integral a los hospitales para que logren funcionar de un modo más sostenible y contribuyan a mejorar la salud ambiental pública. Integran este marco diez objetivos, relacionados entre sí. Cada una de estos objetivos contiene una serie de acciones concretas que pueden ser implementadas por los hospitales de todo el mundo. Esta ONG recomienda que las Gerencias comiencen la implantación de esta agenda centrándose en dos o tres objetivos y trazar un rumbo con medidas específicas tendientes a su concreción, con el fin de afrontar luego los retos siguientes.
En concreto, el decálogo de objetivos pasa por:
- Liderazgo: priorizar la salud ambiental en los entornos hospitalarios
- Sustancias químicas: reemplazar las sustancias químicas más nocivas por alternativas más seguras
- Residuos: reducir, tratar y disponer de forma más segura los residuos de estos centros.
- Energía: implementar la eficiencia energética y la generación de energías limpias renovables.
- Agua: reducir el consumo de agua en hospitales.
- Transporte: mejorar las estrategias de transporte para empleados y pacientes.
- Alimentos: comprar y proporcionar alimentos saludables cultivados de manera sustentable
- Productos farmacéuticos: Gestionar y disponer los productos farmacéuticos de forma segura.
- Edificios: apoyar el diseño y la construcción de hospitales ‘inteligentes’.
- Compras: comprar productos y material seguro y sustentable.
Estandares de construcción
De igual manera, también existe un Estándar de Construcción de Hospitales Verdes en el que se recogen recomendaciones como apostar por instalar, operar y mantener sistemas solares fotovoltaicos que permiten reducir la huella de carbono —indicador prioritario— y, a la vez, construir resiliencia.
Se entiende por huella de carbono la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto. La huella de carbono es por tanto un instrumento clave para determinar, evaluar y comunicar el efecto de los servicios y estructuras de los hospitales en el cambio climático. Igualmente, estos estándares señalan otras ventajas/necesidades como ubicar los nuevos hospitales donde haya acceso al transporte público; generar energía in situ, incluida la energía solar y otras fuentes renovables; implementar la cogeneración de energía; incorporar ventilación natural en las construcciones; comprar dispositivos médicos eficientes desde el punto de vista energético; e introducir cambios en la prestación de servicios de salud, como la telemedicina. Estas son algunas de las medidas que contribuyen tanto a la resiliencia del sistema como a la reducción de la huella climática.