La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el pasado mes de mayo una nueva directriz sobre los edulcorantes en la que desaconsejaba su uso para controlar el peso corporal o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles (ENT). La recomendación se basó en los resultados de una revisión sistemática de la evidencia disponible, que sugiere que el uso de edulcorantes no azucarados no confiere ningún beneficio a largo plazo en la reducción de la grasa corporal en adultos o niños.

Los edulcorantes se aprueban y autorizan a partir de las evaluaciones científicas de las autoridades de seguridad alimentaria de todos los países del mundo. Sin embargo, los nuevos desarrollos y estudios científicos que van surgiendo hacen necesario que haya programas de reevaluación permanentes. Desde el año 2010, la Unión Europea está reevaluando los edulcorantes bajos en o sin calorías para comprobar su seguridad, así como los posibles efectos fisiológicos directos o indirectos que pudieran tener.

Actualmente en Europa están aprobados y autorizados 19 edulcorantes bajos en o sin calorías. Un estudio publicado en ‘Frontiers’ en 2021 estimaba que solo en España se utilizaban en más de 1.200 productos alimenticios. Al hablar de los beneficios y de los perjuicios de los aditivos como es el caso de los edulcorantes, se tiende a hablar de ellos como un grupo. Sin embargo, es importante abordar las recomendaciones de uso teniendo en cuenta las especificidades de cada uno de ellos.

Esta fue una de las ideas principales que expuso Rafael de Urrialde, profesor en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid durante la celebración del workshop ‘Edulcorantes: información y ciencia’, impulsado por GACETA MÉDICA. “Hay que estudiar los edulcorantes caso por caso, son fórmulas diferentes, incluso en matrices alimentarias distintas, y no podemos hablar de estos compuestos en genérico cuando hay estudios científicos concretos para cada uno de ellos, sobre todo para el proceso de evaluación y autorización”, precisó.

Y además de analizar cada edulcorante por sí mismo, también es necesario evaluar el impacto que tienen sobre la salud en función de las patologías que pueda tener cada individuo. Así, Francisco Martín Bermudo, vicepresidente primero de la Sociedad Española de Diabetes (SED), aludió a que, con la evidencia disponible hasta el momento, “no se ha podido llegar a una idea clara sobre el uso de los edulcorantes en pacientes con diabetes y todavía no hay mucha información sobre qué es lo más adecuado”. En esta línea consideró que hay que discernir entre prevención y patología y que respecto a la publicación emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) relativa al uso de edulcorantes, “la mayor parte del informe habla desde la perspectiva de la prevención, pero no habla de qué hacer con los pacientes que ya tienen esta enfermedad; probablemente, a eso se agarra para excluirlos del estudio”.

A este respecto, Martín Bermudo matizó que parte del informe de la OMS se sustenta en que hay que reducir el consumo alto de azúcares libres por los efectos negativos que producen. “En principio, los edulcorantes son una alternativa para disminuir el consumo de azúcares”. En este sentido, una de las críticas que hizo el especialista a esta publicación es que los pacientes con diabetes tienen que reducir el consumo de carbohidratos y no se posiciona; “dice que estas recomendaciones no están dirigidas a pacientes con diabetes mellitus y se quita de en medio”. Siguiendo este hilo, Martín Bermudo opinó que “si el estudio analiza una serie de riesgos en el consumo de estos edulcorantes para la población general, estos deberían aplicarse también a pacientes con diabetes”.

En relación a esta publicación, Urrialde aseveró que “los edulcorantes sólo sirven para reducir el azúcar en los productos alimenticios, no para reducir el sobrepeso ni la obesidad, pues en ambos casos es la dieta y la composición de la misma la que puede ayudar a reducir estos factores de riesgo para la salud”. Consideró que es fundamental introducir en la ecuación todos estos elementos y acompañar las recomendaciones de evidencia científica disponible, que debe ser además evaluada y aprobada por las autoridades de seguridad alimentaria, en este caso la European Food Safety Authority (EFSA, por sus siglas en inglés), de la misma manera que respecto a fármacos es la Agencia Europea del Medicamento (EMA) quien realiza las evaluaciones para dar una información rigurosa a la sociedad.

Santiago de Quiroga, Rafael Urrialde (UCM) y Francisco Martín Bermudo (SED).

Urrialde puso en perspectiva que ya en 1992 surgió el trabajo en términos de seguridad alimentaria con las crisis que existían sobre la falta de inocuidad de alimentos y bebidas. “Con la creación de la EFSA en 2002, se supone que esta situación de credibilidad iba a solventarse, pero hay determinados temas en los que sigue habiendo problemas”, aseveró. Así, puso en valor que en ese mismo año “se separó la determinación del riesgo de la gestión del mismo (evaluación científica), de tal manera que la aprobación de los criterios científicos esté separada de quién gestiona el riesgo, aprobación de la normativa e implementación de la misma”.

En este sentido indicó que, en términos de seguridad alimentaria, “el mercado reconocido a nivel mundial como más seguro es el de la Unión Europea (UE)”, atendiendo a que se basa “en el factor de peligro que puede existir, que puede ser por un agente químico, físico o biológico y la probabilidad de que ejerza un efecto sobre la salud, que es el riesgo de dicho peligro”. Siguiendo este hilo apuntó que estos aspectos quedan regulados en el reglamento 178/2002, que se conoce comúnmente como el relativo a la trazabilidad y que “daba seguridad jurídica en el territorio de la UE, en concreto, al análisis del riesgo, así como recogía en la legislación dicho concepto, junto con la creación de la EFSA”.

Los expertos participantes en el debate incidieron en la necesidad de crear políticas e impulsar la educación nutricional, adaptando los cambios de manera progresiva. Carlota Martínez, responsable de Nutrición y Salud de la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), recordó que la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), en el plan de mejora de la composición de alimentos y bebidas, hablaba de los edulcorantes como una alternativa para sustituir los azúcares añadidos en los productos que se iban a reformular, a la vez que incidió en que “si queremos acostumbrarnos a una dieta con menor dulzor, tendremos que hacerlo poco a poco”.

Teresa Partearroyo, profesora de Nutrición en la Facultad de Farmacia de la Universidad CEU San Pablo, consideró que “para poder tener una fotografía real de lo que está ocurriendo en la sociedad española y poder crear políticas y educación nutricional es necesario ver en qué campo de juego estamos”. Otra de las cuestiones que se abordó en el debate fue la necesidad de impulsar políticas alimentarias y nutricionales, así como guías, adaptadas a todas las edades, ya que en el caso de la dieta dulce la situación de la población infantil y juvenil es distinta a la de las personas mayores.

En la población infantil y juvenil creo que no tenemos ninguna duda de que hay que reducir de manera clara y drástica la dieta dulce. Sin embargo, el mundo de los mayores es muy diferente y tendrá que ser muy personalizado porque habrá que poner en el beneficio-riesgo si evitando tener una cierta presencia de dulzor en su modelo alimentario, se estarían privando de nutrientes que se vinculan a través de alimentos que se consideran fundamentales, como el calcio”, dijo Gregorio Varela, presidente de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD).

José Manuel Ávila, secretario técnico de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Nutrición (SEÑ), quiso matizar que con la edad se va perdiendo la sensación de dulce-salado. “Decimos que nuestros padres y abuelos se vuelven golosos, pero en realidad necesitan más cantidad de azúcar y de sal para conseguir esa misma sensación de dulce-salado. Por lo tanto, tendremos que empezar a concienciar desde los niveles más bajos posibles para que el consumo de azúcar no sea excesivamente alto cuando lleguen a edades más avanzadas”, explicó.

Palatabilidad dulce

La palatabilidad se define como el placer que se experimenta al consumir un alimento determinado. Respecto a esta característica, los expertos coincidieron en que la sensación de palatabilidad es muy dulce. “El consumidor no decide, elige el producto y no sabe la cantidad de azúcar que tiene o de edulcorante para sustituir el azúcar. De repente, nos inundan con edulcorantes en los chips y en los ultraprocesados. Como consecuencia, los alimentos son enormemente palatables y los niños no puedan dejar de tomarlos. ¿Por qué hay que añadir más palatabilidad a los productos para que enganchen más?”, afirmó Clotilde Vázquez, jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz (Grupo Quirón).

Ponentes durante su participación en el workshop.

Marilourdes de Torres Aured, delegada de Nutrición del Consejo General de Enfermería (CGE) y secretaria general de la Unidad Española de Sociedades Científicas de Enfermería (UESCE), terminó diciendo que la sensación de palatabilidad dulce se está trasladando al colectivo de personas mayores. “A los ancianos que jamás habían comido dulce, ahora les gustan los alimentos dulces que consumen los niños”. Del mismo modo, incidió en la idea de que todos los cambios hay que hacerlos con acompañamiento, formación e información.

Por su parte, Ángeles Villanueva, vicepresidenta de la Sociedad Española de Farmacéuticos y Nutricionistas Comunitarios (SEFyNC), reconoció que el papel de la OMS, “al no aclarar cuáles son los edulcorantes que no hay que tomar, genera confusión en los pacientes y llegan a la farmacia con dudas sobre la seguridad de ciertos productos”, reconoció.

Consenso entre SS. CC.

Otra de las cuestiones abordadas por el elenco de expertos fue la de la importancia de lograr el consenso entre las distintas sociedades científicas. “Tenemos instituciones internacionales que garantizan que todo lo que llevan los alimentos es seguro”, señaló Clotilde Vázquez. Una afirmación que reforzó Rafael Urrialde, de la Universidad Complutense de Madrid: “Si hay un problema de salud, un aditivo, un alimento o una bebida no puede estar en el mercado”, aseveró.

De hecho, el Consejo General de Dietistas-Nutricionistas (CGCODN) y la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND), realizaron un posicionamiento conjunto en el que recalcaron que los edulcorantes son seguros, pero reforzaron la recomendación de la OMS de que debería reducirse su consumo, tal y como explicó Alma Palau, presidenta del CGCODN, durante el encuentro. Palau afirmó que los edulcorantes “han demostrado no ser una solución para todos los problemas de enfermedades no transmisibles”. “Incluso los está exacerbando, porque solo están presentes en los productos procesados que van acompañados siempre de grasas, grasas saturadas, sal… es decir, otro tipo de nutrientes que son perjudiciales para la salud”, explicó.

José Manuel Ávila explicó que desde la SEÑ no tienen una “posición única” respecto a los edulcorantes, pero sí tienen claro que “la dieta dulce hay que trabajarla desde la infancia”. Alma Palau instó a realizar una “gran reflexión” y llegar a “un consenso” entre todas las sociedades científicas ante algunas de las discrepancias que se materializaron durante la jornada.

Eduard Baladia, director del Área de Gestión del Conocimiento Científico de la AEND, consideró que la guía de la OMS es “un posicionamiento sobre el uso de los edulcorantes como estrategia para reducir el consumo de azúcares libres”, mientras que Rafael Urrialde apuntó a que se trata de un “estudio observacional con causalidad inversa”. Por su parte, Ester Tapias, miembro del Grupo de Trabajo de Nutrición y Alimentación de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFyC), diferenció entre seguridad e inocuidad.

“Es ahí donde entra el comunicado de la OMS, que dice que lo que se planteaba que podría ser inocuo, a lo mejor no lo es, y lo que es una alternativa, a lo mejor no lo es, porque también tiene unas consecuencias”, recalcó. Un aspecto en el que también incidió Alma Palau: “Según el informe de la OMS, los edulcorantes son seguros toxicológicamente, pero no son totalmente inocuos. Si fueran totalmente inocuos, la OMS no hubiera publicado su informe”, apuntó.

La seguridad solo se puede alcanzar cuando se hace educación”, aseguró Marilourdes de Torres Aured. “Y la educación nutricional hay que hacerla personalizada y lanzando mensajes muy claros. Algo que no ha hecho la OMS, que no ha dicho ni sí ni no”, agregó.
“Es más fácil acostumbrar a las personas a que tomen sin sal porque han oído que la sal mata, pero no lo han oído del azúcar. Ahí es donde nos tenemos que centrar”, insistió la experta del CGE. “Tenemos que hacer una bifurcación en la educación de la seguridad alimentaria y educación nutricional con los niños, los padres y las personas mayores”, concluyó.

Ponentes durante su participación en el workshop.

Del mismo modo, Teresa Partearroyo, coincidió en que la educación nutricional es “fundamental”, así como también lo es “incentivar a la industria alimentaria a intentar reducir la presencia de edulcorantes”. “Si ellos no lo reducen, tampoco vamos a poder mejorar los productos que hay en el mercado y no vamos a poder evitar que la gente los compre”, explicó.

Francisco Martín Bermudo reforzó esta idea apuntando que el principal reto del uso de edulcorantes requiere de colaboración entre los distintos sectores. “Este no es un problema sólo de los profesionales de la salud y de la educación, sino también de la industria alimentaria, los medios de comunicación y las propias instituciones políticas”, afirmó. Para Gregorio Varela Moreiras, de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD), lo esencial es la comunicación. “Estamos hablando de consumo cuando realmente no es consumo. De lo que podemos hablar es de presencia. Debemos ser rigurosos en la terminología porque, si no, puede llevar a confusiones en el consumidor”, aseveró.

En este contexto, Varela puso de relieve que, en el caso de los edulcorantes, “nos enfrentamos por primera vez en intentar asociar aditivos con salud, cuando realmente para otros aditivos ni se plantea”. Por tanto, consideró que se trata de un “nuevo panorama” en el que, de momento, “no estamos preparados los stakeholders”.

Precisamente, Carlota Martínez apuntó que el problema generado por el informe de la OMS se trata de un “problema de comunicación”. “No se ha explicado bien la función de los edulcorantes en los alimentos y en la dieta; la industria los utiliza para reducir la carga de azúcar en los productos alimenticios y los profesionales, en el caso de patologías deberían establecer la dieta, porque reducir el dulzor de golpe, sin ninguna alternativa, no siempre es sencillo”, aseveró.

En la misma línea que Varela y Martínez se expresó Cristóbal Morales, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), quien vio el informe elaborado por la OMS como una oportunidad de concienciar. “Aprovechemos esta oportunidad para hacer educación en promoción de la salud”, afirmó. Y es que, en su opinión, “estamos en una sociedad edulcorada por encima de nuestras posibilidades”.

En último lugar, desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) expresaron su preocupación por la repercusión del consumo de azúcares. “Me llama la atención que el informe de la OMS haya omitido la caries, pues supone un desvío de recursos sanitarios y económicos, que hay que quitarlos de otras intervenciones sanitarias que podrían ser importantes”, matizó Francisco Botella, coordinador del Área de Nutrición de la SEEN para poner fin al workshop ‘Edulcorantes: información y ciencia’.