La obesidad se ha triplicado en el mundo en el último medio siglo y el futuro no se presenta halagüeño. Según datos de 2019, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que, en los próximos 30 años, el sobrepeso será responsable del 70 por ciento del coste para tratar la diabetes, del 23 por ciento en el caso de las enfermedades cardiovasculares y del 9 por ciento en el del cáncer. La obesidad y las enfermedades asociadas a ella suponen un importante problema económico, ya que estas patologías son subsidiarias de tratamiento farmacológico de por vida. Por todo ello, la sociedad y las autoridades sanitarias se encuentran ante el reto “más pesado” no sólo por el problema de salud, sino por su coste económico.
La World Obesity Federation (WOF) aporta cifras más actualizadas en el World Obesity Atlas 2022. El informe, publicado por la revista científica BMJ Global Health, analiza los datos de ocho países (Australia, Brasil, India, México, Arabia Saudita, Sudáfrica, España y Tailandia). En este estudio realiza proyecciones y alerta de que en 2030 una de cada cinco mujeres y uno de cada siete varones del planeta, así como el 13 por ciento de la población infantil global, serán obesos. En total, habrá 1.000 millones de personas.
Situación en España
La situación en España es preocupante. Según los datos de la OCDE, más de la mitad de la población adulta en España padece sobrepeso y vive una media de 2,6 años menos debido a este exceso de peso.
Según las últimas cifras con las que trabaja la Sociedad Española de Obesidad SEEDO, nuestro país cuenta con un 44 por ciento de hombres y un 31 por ciento de mujeres con sobrepeso, y con un 25 y 23 porciento de obesidad en hombres y mujeres, respectivamente.
Las repercusiones sobre la economía no se quedan atrás. Este sobrepeso representa el 9,7 por ciento del gasto en salud y reduce la producción del mercado de trabajo en una cuantía equivalente a 479. 000 trabajadores a tiempo completo por año.
Todo ello se traduce en que el sobrepeso reduce el PIB español en un 2,9 por ciento. Para cubrir estos costes, cada ciudadano en España paga 265 euros adicionales de impuestos al año. Sin embargo, todos estos datos podrían ser peores, teniendo en cuenta que el último estudio con el que cuenta la OCDE es de hace tres años.
Por su parte, el World Obesity Atlas 2022, maneja otros datos. Según su análisis, en 2019 un índice de masa corporal (IMC) alto le costó a España 25.136 millones de euros, es decir, el 2,1 por ciento del PIB español, lo que supone un gasto per cápita de 537 euros. Unas cifras que según la WOF crecerán un 211 por ciento hasta el 2060, con unos costes globales de 52.900 millones de euros, el 2,4 por ciento del PIB y suponiendo un coste per cápita de 1.289 euros.
Estos datos reflejan que “para reducir la prevalencia, apoyar a quienes viven con obesidad y contribuir a una economía más sostenible, es necesario identificar nuevas formas de gestionar la obesidad desde una perspectiva política, clínica y social”, afirma Alberto Lecube, vicepresidente de SEEDO.
Tratamientos costo efectivos
Teniendo en cuenta que la obesidad es causa de múltiples complicaciones metabólicas, como la diabetes, la hipertensión arterial, la dislipemia, los eventos cardiovasculares y otras patologías como la apnea del sueño, la osteoartritis, infertilidad e incluso el cáncer, ¿sería costo efectivo para España el tratamiento de la obesidad? Ana de Hollanda, coordinadora del Grupo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), lo tiene claro: “Sí, lo sería. Los estudios de fármaco economía realizados en cirugía bariátrica así lo demuestran. Es cierto que, hasta la fecha no se cuentan con estudios de coste/efectividad de los tratamientos farmacológicos para la obesidad, pero teniendo en cuenta la efectividad que muestran las investigaciones, es muy probable que los nuevos análogos del receptor del GLP1 lo sean claramente”.
El Hospital General Universitario de Castellón realizó en 2020 un Análisis del impacto de la cirugía bariátrica en el gasto farmacológico a medio plazo. Partieron de la hipótesis de que, a priori, la cirugía bariátrica y metabólica, disminuye la demanda de medicamentos de estos pacientes, pero sin embargo, puede condicionar otro tipo de necesidades farmacológicas. El objetivo del estudio era demostrar si existe un descenso real del gasto farmacológico tras la cirugía bariátrica. Tras dos años de seguimiento tras la intervención, observaron un descenso en la prevalencia de las enfermedades asociadas a la obesidad y del gasto farmacológico, “lo que demuestra que este tipo de intervención resulta eficiente a medio plazo”.
Desde la SEEDO, corroboran esta hipótesis. Según su vicepresidente, Albert Lecube, sería eficiente, teniendo en cuenta su condición de enfermedad “gatillo” para el desarrollo de otras enfermedades como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Por ello considera que prevenir la obesidad tendrá un gran impacto, pero “conseguir que las personas con obesidad reduzcan su peso y consigan controlar sus enfermedades asociadas va a lograr no solo mejoras de la calidad de vida y reincorporación de un gran número de personas a la actividad laboral, sino también aumentará la supervivencia de las personas que la sufren volviéndolas productivas durante más tiempo y reducirá el gasto farmacéutico”.
A la hora de hacer la previsión de la prevalencia de la obesidad en próximas décadas, el World Obesity Atlas 2022 ha tenido en cuenta los costes directos de esta enfermedad, que incluirían los costes médicos asociados al tratamiento y sus consecuencias para la salud, así como los costes no médicos derivados del proceso, como son los desplazamientos a las citas y los costes de los cuidadores. También se analizan los costes indirectos, como el impacto de las pérdidas de productividad y la reducción del capital humano debido a la mala salud y la mortalidad prematura. Además, su informe especifica que las diferencias en el impacto económico entre países pueden explicarse por distintos factores, como la solidez de los sistemas sanitarios, las tasas de empleo y el gasto sanitario nacional.
Por otra parte, el estudio‘The Impact of Severe Obesity on Healthcare Resource Utilisation in Spain’, realizado en 2017, analizó los recursos sanitarios destinados en España al abordaje de la obesidad y el sobrepeso. Su conclusión fue la siguiente: “La obesidad severa aumenta significativamente la utilización de recursos sanitarios en España. Los resultados arrojan luz sobre la magnitud real de la carga de la obesidad en España”.
Todos estos datos y estudios arrojan luz sobre si es o no eficiente que el Sistema Nacional de Salud financie los tratamientos para la obesidad. Pero para que esto fuera posible, aún faltaría un paso previo: reconocer esta condición como una enfermedad. El “no reconocimiento” oficial de la obesidad limita el margen para su abordaje en los planes de salud.
Equiparar la obesidad al resto de enfermedades
Durante mucho tiempo la obesidad ha sido considerada una consecuencia de un mal estilo de vida, poco cuidadoso con la alimentación y la actividad física. Eso ha favorecido la idea de que la persona con obesidad “está así porque quiere”, potenciando el estigma hacia los pacientes y su discriminación. Sin embargo, cada vez son más los estudios científicos que diseccionan la obesidad, algo que, en la SEEDO, conocen bien. “Sabemos que la etiopatogenia de la obesidad es mucho más compleja, participando la genética, el estrés, las horas de sueño, algunos tratamientos, el estrés, el nivel socioeconómico, algunos contaminantes ambientales…”. Por ello consideran que es el momento de cambiar esta mentalidad instaurada desde hace décadas y reivindican la necesidad de “equiparar la obesidad al resto de enfermedades no transmisibles. Ya lo considera así la comunidad europea y algunos países de nuestro entorno como Portugal”, apunta Lecube.
La SEEN también responsabiliza de esta situación a la falta de compresión. “Su fisiopatología es muy compleja, donde el control de peso reside en su mayor parte, fuera del manejo voluntario de la persona. Además, la falta de reconocimiento de las autoridades sanitarias como una enfermedad crónica contribuye a que la financiación de su tratamiento siga siendo ignorada”, asegura Ana de Hollanda.
Esta cuestión ha llegado al Parlamento Europeo a través del Grupo de Interés del MEP sobre Obesidad y Resiliencia del Sistema de Salud. Creada en abril de 2021, el lanzamiento de este Grupo de Interés nació con un amplio soporte del mundo académico y científico con el fin de abordar el reconocimiento de la obesidad como una enfermedad en la Unión Europea.
Agravamiento tras la pandemia de la Covid-19
La pandemia y el cambio de hábitos de vida ha quedado reflejado en un incremento del número de personas obesas en comparación con la encuesta SEEDO de hace dos años. Las cuarentenas, la ansiedad ante la incertidumbre y la falta de ejercicio han empeorado la situación. De hecho, no solo ha afectado a las personas que previamente vivían con obesidad, sino que también ha aumentado el porcentaje de nuevos diagnósticos. Para Ana de Hollanda, la COVID-19 ha afectado de forma física en un aumento significativo de peso, pero sus consecuencias no se han quedado ahí. “También ha afectado a nivel psicológico, sobre todo, en relación con la conducta alimentaria. Ha retrasado las listas de espera quirúrgicas de los casos más graves, exponiendo de forma más prolongada al daño causado por la obesidad. Y lo que es más peligros, en los niños, ha aumentado la prevalencia de obesidad, ha afectado en las horas de sueño y de exposición a las pantallas”.
Sobrepeso infantil, cuna de la obesidad adulta
Se estima que esta enfermedad llegará hasta el 60 por ciento en la población infantil en solo una década, alcanzando los 250 millones de niños obesos en el mundo en 2030. Según los expertos, los niños con problemas de peso tienen un elevado riesgo de ser obesos en la edad adulta. Pero, además, estos menores ya tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
El estudio de Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España (ALADINO 2019) , dentro de la Iniciativa Europea de Vigilancia de la Obesidad Infantil (COSI) de la OMS, monitoriza la situación ponderal de los escolares españoles de 6 a 9 años y analiza los factores asociados al padecimiento de sobrepeso y obesidad. Los datos de la oleada de 2019 indican que un 23,3 por ciento de los escolares tienen sobrepeso y un 17,3 por ciento padecen obesidad.
En este contexto, y a pesar de existir varios programas activos para la prevención de la obesidad infantil en marcha, la pandemia ha provocado un repunte de casos. “Antes de la COVID-19, la tendencia era buena y se estaba frenando el aumento de la prevalencia. Sin embargo, los datos entre 2019-2021 muestran un repunte claramente ligado a la pandemia”,- continúa Ana de Hollanda- “no podemos decir que se esté haciendo todo lo necesario en esta enfermedad. Es necesario invertir más esfuerzos, sobre todo en la formación de hábitos saludables en los padres o cuidadores de los niños, que son los que toman las principales decisiones de cómo se alimentan los niños”.
Medidas a adoptar
España cuenta con la Estrategia NAOS (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), la cual se encarga de intentar seguir las líneas marcadas por los organismos sanitarios internacionales (OMS, UE), teniendo como meta invertir la tendencia de la obesidad infantil a través del fomento de una alimentación saludable y de la práctica de la actividad física. Desde su lanzamiento en el año 2005, ha desarrollado diferentes acciones, en base a la evidencia científica y en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, desde la SEEDO consideran que pese a haber “ejercido una gran labor en los últimos años, debemos luchar por ser más ambiciosos y conseguir mejores resultados”. Por ello Albert Lecube considera de vital necesidad unir al mayor número de protagonistas, desde pacientes, hasta autoridades autonómicas y nacionales, pasando por medios de comunicación o educación. “De esta manera se podría generar un verdadero Plan Nacional de lucha contra la obesidad que propugne la instauración de normas que ayuden a su prevención, correcto diagnóstico y tratamiento”, apunta el experto.
Por su parte, La OCDE, en su informe de 2019 “La Pesada Carga de la Obesidad”, propone un paquete combinado, que incluya el etiquetado de los menús, la prescripción médica de actividad física y programas de bienestar en el centro de trabajo. Según la organización internacional, estas medidas podrían prevenir hasta 96.000 enfermedades no transmisibles de aquí al año 2050, ahorrar 32 millones de euros al año en costes sanitarios, y aumentar el empleo y la productividad en una cuantía equivalente a 4.000 trabajadores a tiempo completo por año.
En la SEEN, consideran que el papel de los dietistas-nutricionistas tiene mucho que aportar en la prevención y el tratamiento de esta patología, pudiendo ser de gran utilidad su papel en los centros de salud. Además, la también investigadora del CIBEROBN del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), Ana de Hollanda, apunta la importancia de que las estrategias se lleven a cabo de forma paralela. Así, considera necesaria una mayor formación en obesidad, tanto por parte de los profesionales de la salud, como de la población en general, pasando por el nivel institucional. “Además de financiar el tratamiento farmacológico, que existe y es efectivo, el foco se deberá poner en la prevención, dado que su tratamiento realmente es difícil”, añade de Hollanda.