La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto las dificultades a las que se enfrentan los sanitarios en todo el mundo. Trabajar en entornos estresantes hace que el personal de la salud pueda ser más propenso a cometer errores que pueden perjudicar al paciente. En este sentido, sigue siendo vital acudir a las estrategias que los gobiernos han diseñado para preservar este vital factor en la atención. Reconociendo esto como una prioridad de salud mundial, en mayo de 2019 los 194 Estados Miembros de la OMS respaldaron el establecimiento del Día Mundial de la Seguridad del Paciente con el objetivo de generar una mayor concienciación y participación de la sociedad, ampliar los conocimientos en todo el mundo y fomentar la solidaridad y la adopción de medidas para su promoción.
La seguridad del paciente, dimensión esencial de la calidad asistencial, implica desarrollar estrategias para reducir el daño innecesario al paciente asociado a la asistencia sanitaria. A este respecto, España cuenta en la actualidad con la vigencia de su Estrategia de Seguridad del Paciente del Sistema Nacional de Salud Período 2015-2020, con vocación de ejercer un elemento de referencia. Su contenido centraría así sus esfuerzos en establecer objetivos y recomendaciones orientados a minimizar los riesgos asistenciales y reducir el daño asociado a la asistencia sanitaria.
Una de las áreas principales a vigilar son los errores asociados con el uso de los medicamentos, los cuales constituyen un problema de salud pública y pueden ocurrir en cualquier etapa de la atención sanitaria. Estos acontecen como fallos no intencionados durante el proceso de prescripción, almacenamiento, dispensación, preparación o administración de medicamentos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los errores de medicación son una de las principales causas de lesiones y daños evitables en los sistemas sanitarios en todo el mundo y el coste asociado a los errores de medicación se ha estimado en 42.000 millones de dólares anuales. En España, según los diferentes estudios epidemiológicos realizados, el uso de los medicamentos está implicado en la mayor parte de los eventos adversos que se producen como consecuencia de la asistencia sanitaria. Del mismo modo, los incidentes relacionados con la medicación son los que con mayor frecuencia se notifican en los sistemas, con una prevalencia anual del 20 por ciento.
Por todo ello la Estrategia de Seguridad del Paciente del SNS viene promoviendo desde el año 2006 el uso seguro de los medicamentos a través de prácticas seguras recomendadas internacionalmente. Asimismo, ha alineado sus recomendaciones sobre el uso seguro de los medicamentos con las efectuadas por la OMS en su reto ‘Medicación sin daño’, lanzado en marzo de 2017. La meta de este reto es reducir los daños graves evitables relacionados con la medicación en un 50 por ciento, a nivel mundial, en un horizonte temporal de 5 años.
Además, la entidad lanzó en mayo de 2007 nueve medidas que han demostrado ser efectivas a la hora de evitar eventos adversos y cuya implantación se considera prioritaria. Varias de estas medidas son prácticas relacionadas con el uso seguro de los medicamentos: prevención de errores por similitud fonética u ortográfica en los nombres de los medicamentos, control de las soluciones concentradas de electrolitos y conciliación de la medicación en las transiciones asistenciales.
Uso seguro de los medicamentos
La importancia de los errores de medicación ha sido objeto de interés de diferentes organizaciones y agencias internacionales, que han destacado la necesidad de instaurar prácticas seguras efectivas para reducirlos. El Instituto Americano de Medicina publicó en el año 2007 una serie de recomendaciones para todos los agentes implicados en el circuito de utilización de los medicamentos, tras señalar que cada año ocurren como mínimo 1,5 millones de eventos adversos prevenibles por medicamentos en Estados Unidos.
Por su parte, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) organizó una reunión en 2013, con la participación de representantes de todos los agentes implicados en la notificación, la evaluación y la prevención de los errores de medicación, con el objetivo de facilitar la aplicación de las nuevas disposiciones legales de Farmacovigilancia de la Unión Europea. Así mismo, se han propuesto numerosas prácticas seguras para prevenir los errores de medicación, especialmente en el ámbito hospitalario.
En los estudios multicéntricos que se han llevado a cabo en España desde 2005 para analizar de forma global la frecuencia y tipos de eventos adversos en distintos ámbitos sanitarios se ha constatado que los relacionados con el uso de los medicamentos constituyen un porcentaje elevado del total de los eventos adversos que se producen en la provisión de asistencia sanitaria.
Otros estudios, también realizados en España, han analizado y caracterizado específicamente los eventos adversos prevenibles por medicamentos en diferentes ámbitos asistenciales y han estimado la frecuencia de errores de medicación en los distintos procesos del sistema de utilización de los medicamentos.
Prácticas clínicas seguras, el segundo eje de la estrategia
En base a la frecuencia de los citados eventos adversos con mayor frecuencia y a la evidencia existente para su control, se ha recomendado la implantación de diversas prácticas seguras. Las actividades de farmacovigilancia, la formación y actualización de médicos y enfermeras en terapéutica y farmacología clínica o la prevención de errores en los circuitos de la medicación son algunas de las iniciativas relevantes para mejorar la seguridad en el uso de los medicamentos. También la prescripción electrónica se ha demostrado como útil cuando se asocia a programas de soporte a la toma de decisiones clínicas, para reducir los errores derivados de una prescripción incorrecta y puede llegar también a mejorar sensiblemente el seguimiento de los tratamientos.
Además, los medicamentos de alto riesgo tienen una probabilidad mayor, que otro tipo de medicamentos, de estar asociados a eventos adversos de consecuencias graves para los pacientes. Las instituciones sanitarias deben identificar estos medicamentos, establecer procedimientos para su manejo seguro en todos los procesos asistenciales, evaluar los procedimientos instaurados para grupos de medicamentos específicos y tomar medidas concretas de reducción de riesgos.
La contribución a la seguridad del paciente desde el PRAN
El actual PRAN se estructuró en torno a seis áreas concretas: vigilancia; control; prevención; investigación; formación y comunicación. En el ámbito de la salud humana se ha mejorado el sistema de vigilancia del consumo de antibióticos, se ha aprobado el Sistema Nacional de Vigilancia de Infecciones Relacionadas con la Asistencia Sanitaria (IRAS) y se han consensuado los indicadores comunes para la vigilancia del consumo para facilitar la monitorización de los datos nacionales.
Además, según marcó el propio plan, se ha trabajado con las comunidades autónomas para impulsar la implementación de los Programas de Optimización de Uso de los Antibióticos (PROA) tanto en hospitales como en Atención Primaria. De este modo, según especifica el documento vigente de Sanidad, el 72 por ciento de los hospitales españoles desarrolla alguna iniciativa para la optimización del uso de los antibióticos, y en el 40 por ciento de los casos, estas iniciativas están reconocidas como actividades PROA por el hospital.
De este modo, con los datos estimados recogidos en el marco del PRAN, el consumo total de antibióticos en el ámbito de la salud humana se redujo en España un 7,2 por ciento entre los años 2015 y 2018. Este dato confirma una tendencia decreciente, aunque España continúa entre los países que más antibióticos consumen de la UE.
Se ha desarrollado un sistema de vigilancia que recoge las dispensaciones de antibióticos en farmacias para una mejor monitorización
También se ha desarrollado un sistema de vigilancia que recoge las dispensaciones de antibióticos realizadas en las oficinas de farmacia. Ello posibilita la monitorización de las dispensaciones a través de receta oficial del SNS y receta privada. De esta manera, se puede realizar el seguimiento del conjunto de prescripciones de antibióticos, independientemente del ámbito desde donde hayan sido prescritos o si se han realizado desde el SNS, mutualidades o ámbito privado.
Por otro lado, las CC.AA ya reportan a la Dirección General de Cartera Básica de Servicios del SNS y Farmacia los datos de ventas de antibióticos de los hospitales para también monitorizar su consumo.