En las últimas décadas, se han contemplado mejoras en la mortalidad relacionada con las enfermedades cardiovasculares. No obstante, recientemente se ha observado que esta tendencia ha cambiado, produciéndose un estancamiento o, incluso, un aumento de las tasas de mortalidad. Así se expone en el informe ‘How can we improve Secondary Prevention of Cardiovascular Disease?’, publicado por la EFPIA, en el que se realiza un análisis de la evolución de la mortalidad de este tipo de patologías y donde se desarrolla su impacto transversal en los sistemas sanitarios.
Los datos del informe sugieren que las mejoras vendrán de la mano de la prevención de eventos ateroescleróticos, como ataques cardíacos o accidentes cardiovasculares. Además, hay que señalar el aumento de los factores de riesgo cardiovascular relacionados con el estilo de vida, como la obesidad y la diabetes, que están contribuyendo a las tendencias actuales. Es más, existen relaciones bien conocidas entre las enfermedades cardiovasculares y una serie de factores de riesgo, incluidos la hiperlipidemia, la hipertensión, la hiperglucemia, una dieta poco saludable, la obesidad, el consumo excesivo de alcohol, el tabaquismo y la inactividad física.
Por ello, la naturaleza reversible de estos factores de riesgo brinda una gran oportunidad para prevenir eventos de enfermedades cardiovasculares, mejorando el tratamiento y promoviendo la adopción de un estilo de vida saludable. Las directrices médicas para la prevención primaria y secundaria de estas patologías recomiendan objetivos de tratamiento específicos para estos factores de riesgo. Sin embargo, hay evidencia de que estos objetivos no se alcanzan de manera adecuada en la mayoría de los países y sistemas de salud.
Por tanto, la optimización de la prevención primaria y secundaria podría mejorar significativamente la salud cardiovascular europea, con efectos positivos en los resultados de salud, los sistemas sanitarios y las economías individuales y de la población. La EFPIA identifica los beneficios disponibles en términos de eventos cardiovasculares fatales (ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares) evitados, al optimizar la prevención secundaria en personas con enfermedad cardiovascular aterosclerótica establecida en siete países europeos (Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Polonia, España y el Reino Unido). En definitiva, el informe se centra en factores como la hipertensión, la hiperlipidemia, la diabetes y el tabaquismo, para poder generar debates políticos e intervenciones que mejoren la salud cardiovascular y, por consiguiente, reducir la carga de las enfermedades cardiovasculares en la UE.
De hecho, se ha estimado que la implementación de mejoras sanitarias podría prevenir casi 700.000 nuevos eventos cardiovasculares fatales los próximos 10 años gracias a una mejor gestión de los factores de riesgo. En concreto si los pacientes con enfermedades cardiovasculares dejaran el hábito tabáquico se evitaría casi 300.000 eventos cardiovasculares graves en este periodo. En cuanto a las enfermedades cardiovasculares ateroescleróticas se calcula que en el 2019 estas patologías provocaron casi 2.000.000 de muertes, por lo que la implementación de medidas de prevención supondría una disminución de la mortalidad del cinco por ciento cada año. Si se extienden estas medidas 10 años, supondría la prevención de casi un millón de muertes. Por ello, el documento recalca la importancia de priorizar y optimizar la prevención secundaria tanto como sea posible en toda Europa.
La realidad de las enfermedades cardiovasculares en Europa
Aunque se ha observado una mejora en la mortalidad de las enfermedades cardiovasculares, en los últimos años la tendencia se ha estancado, llegando incluso a aumentar la mortalidad en personas con enfermedades cardiovasculares ateroesclerótica, algo que pone de manifiesto la necesidad urgente de invertir en medidas de prevención.
El incremento de la prevalencia de enfermedades como la obesidad y la diabetes contribuyen notablemente a este aumento de estos datos tan negativos. Además, la pandemia de COVID- 19 tuvo un gran impacto en estas personas. Esto influyó tanto en el acceso a la atención con el efecto específico de la infección en la salud cardíaca y sus respectivas complicaciones, y el impacto de las enfermedades cardiovasculares preexistentes en la gravedad y la mortalidad de la COVID-19.
Además de ello, los factores de riesgo como el colesterol alto, la presión arterial elevada, la glucemia elevada, la obesidad, la inactividad física o el tabaquismo provocan que cada vez sean más habituales los accidentes cardíacos o cerebrovasculares, así como otros eventos cardiovasculares fácilmente evitables con la adopción de un estilo de vida saludable. No obstante, las directrices sanitarias recomiendan la inversión en medidas y protocolos de prevención tanto primarios como secundarios. Sin embargo, no se llegan a materializar en resultados. De hecho, estudios como EUROASPIRE retratan esta realidad. Este ensayo muestra una gran brecha entre las directrices de prevención y su posterior implementación en la práctica clínica diaria con una mala gestión del estilo de vida y un mal control de los factores de riesgo en pacientes con enfermedades cardiovasculares en Europa.
En este sentido, la optimización de la prevención primaria y secundaria se erige como respuesta a esta realidad. Mejoraría significativamente la salud cardiovascular europea con efectos positivos en los resultados de salud, tanto individuales como poblacionales, así como en los sistemas de salud y las economías. La prevención es la clave para la reducción de las enfermedades cardiovasculares a nivel poblacional para detener el desarrollo de los factores de riesgo. Asimismo, es la respuesta para el manejo de aquellos pacientes que ya padecen esta patología. Mediante la prevención secundaria se podrá detectar y tratar las enfermedades de la manera más rápida, temprana y agresiva posible. De hecho, esta actuación permitirá ralentizar, o incluso detener, el progreso nocivo, reduciendo el impacto en la vida del paciente.
Es más, está demostrado que los modelos probados de prevención secundaria reducen la mortalidad cardiovascular en un 58 por ciento, tal y como pone de manifiesto la publicación ‘Lecciones de ensayos contemporáneos de prevención y rehabilitación cardiovascular: una revisión sistemática y un metaanálisis’, de la cual se hizo eco la Revista Internacional de Cardiología en 2017. Además, el informe remarca que “existen abundantes pruebas de que en toda Europa falta una prevención secundaria eficaz”.
Si se pone el foco en España, el documento retrata que las enfermedades cardiovasculares son la causa más común en la población general, seguida del cáncer y las enfermedades respiratorias. Además, se estima que, en 2019, la prevalencia de estas patologías era del 10,9 por ciento, mientras que hubo 457.183 nuevos casos de enfermedades cardiovasculares en el mismo año. Es decir, en datos económicos, las enfermedades cardiovasculares cuestan a la economía española 23.960 millones de euros, de los cuales el 56 por ciento son atribuibles a costes sanitarios y sociales. Un 20 por ciento de la población española tiene hipertensión; el 7 por ciento, diabetes; el 24 por ciento es obeso y el 22 por ciento fuma. Lo que ejemplifica de manera muy notable la gran influencia de estas patologías.
Por ello, el Gobierno español incluyó las enfermedades cardiovasculares en el plan nacional de prevención. Además, el Ejecutivo publicó la Estrategia de Salud Cardiovascular, donde establece los objetivos específicos para mejorar la salud cardiovascular de la población española. Sin embargo, faltan objetivos específicos con plazos determinados en este plan, aunque si se han introducido programas concretos centrados en la prevención del tabaco, el alcohol, la obesidad y la promoción de la actividad física.
Recomendaciones para mejorar la prevención secundaria
La EFPIA recoge diez recomendaciones para reducir las cifras de mortalidad, mejorar los resultados en salud y, por consiguiente, conseguir una mayor eficiencia económica por los sistemas sanitarios a la hora de abordar estos problemas que cada vez van a ser más habituales y recurrentes.
En primer lugar, el informe propone la realización de controles conjuntos de diabetes y salud cardiaca en atención primaria garantizando el intercambio de datos con los especialistas y hospitales para hacer el acceso lo más ágil posible y asegurando la atención continuada. Para ello, es necesario estandarizar este protocolo en toda la UE para garantizar el diagnóstico temprano y una intervención eficaz en todo el continente.
Asimismo, hace hincapié en el desarrollo de un Plan Europeo de Salud Cardiovascular, pero para ello es necesario motivación política a nivel continental para hacer realidad el plan de acción en materia de enfermedades cardiovasculares de la Alianza Europea para la Salud Cardiovascular. Por ello, pide una acción sólida por parte de los responsables políticos europeos para reducir notablemente las desigualdades fundamentales en salud y abordar eficazmente las barreras sociales que existen entre los diferentes sistemas de salud europeos.
La tercera recomendación se centra en mejorar el acceso a la atención sanitaria en toda la UE. Por ello, propone la creación conjunta de planes nacionales de salud cardiovascular para garantizar la estandarización de protocolos y la adecuación a las características propios de cada territorio con el foco puesto en reducir las desigualdades, tanto en las medidas de prevención como de tratamiento.
En este sentido, remarca la importancia de establecer un acceso equitativo a la prevención en toda la UE garantizando que todos los países sigan directrices de tratamiento armonizadas para permitir que el mayor número posible de pacientes alcance objetivos cuantificables en cuanto a estilo de vida, presión arterial, niveles de colesterol y glucosa.
Además, la EFPIA recomienda el diseño de incentivos para el sistema de salud a través de indicadores clave de trabajo y esquemas de pago por desempeño laboral, para que de esta manera fomentar la proactividad de los médicos con los pacientes. Así, poder aumentar la proporción de pacientes que alcanzan objetivos de estilo de vida y tratamientos para los diferentes factores de riesgo.
En este sentido, destaca la importancia de fomentar la calidad de los programas de rehabilitación de enfermedades cardiovasculares efectivos, integrales, multidisciplinares, incorporados en los planes naciones de enfermedades cardiovasculares, alineado con las directrices europeas. Por ello, es fundamental el desarrollo de una definición consistente de un programa eficaz de rehabilitación cardíaca y de accidentes cerebrovasculares.
Como séptima recomendación, el informe subraya la importancia de construcción de programas cuantificables de alfabetización en salud para aumentar la adherencia a través del desarrollo de estrategias preventivas y de promoción de la salud efectivas para abordar los comportamientos individuales. Asimismo, expone la necesidad de garantizar que las personas tengan el poder y el conocimiento necesario para facilitar la adopción de un estilo de vida más saludable que permita la reducción de la prevalencia de los factores de riesgo, fomentando la formación sanitaria para mejorar el autocuidado y la adherencia al tratamiento.
Por último, para llevar a cabo todas las recomendaciones, el informe destaca la importancia de mejorar la recopilación de datos simplificados, estandarizada y consistente por parte de todos los integrantes de la UE para obtener una “fotografía” más clara del poder de la optimización de la prevención secundaria a nivel nacional y un reflejo más preciso del coste-beneficio para los sistemas sanitarios.
En este sentido, el informe concluye que los beneficios de evitar los eventos cardiovasculares mortales son enormes para las personas, la población, los sistemas sanitarios de los países, las economías de los países de manera individual y de la UE en su conjunto. Y para impulsar el cambio y optimizar la prevención secundaria de enfermedades cardiovasculares, se requieren acciones específicas tanto a nivel de la UE como de los Estados miembro. Los responsables políticos europeos deben impulsar el la inversión y la concienciación para reducir la carga de las enfermedades cardiovasculares para todos aquellos que viven en la UE.
Beneficios de mejorar la prevención secundaria
La EFPIA refleja que la inversion en prevención secundaria aumenta la proporción de pacientes que alcanzan los objetivos de factores de riesgo. En concreto, del 43 al 70 por ciento de las personas podrían prevenir 67.170 ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares anualmente gracias a una mejor gestión de la hipertensión, la hiperlipidemia y la diabetes, que contribuyeron al 1,5 por ciento, 10 por ciento y 59 por ciento, respectivamente, de los eventos fatales evitados. De hecho, ayudar a que el 70 por ciento de los fumadores con enfermedades cardiovasculares dejen el hábito tabáquico podría prevenir 27.189 eventos fatales adicionales por año (29 por ciento de los eventos fatales evitados). De hecho, aproximadamente la mitad de los 3,7 millones de muertes en España, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Dinamarca y Polonia en 2019 se deben a las enfermedades cardiovasculares ateroescleróticas.
Asimismo, el informe hace especial hincapié en el impacto potencial del control de la hipertensión, ya que se la identificó como el principal factor de riesgo de enfermedad cardiovascular y, además, el factor de riesgo con mayor potencial de prevención. Clínicamente, la relación entre la reducción de la presión arterial y la disminución del riesgo de enfermedad cardiovascular está establecida. No obstante, el informe señala que la contribución del control de la presión arterial a la probabilidad de supervivencia requiere mayor exploración.
Además añade que el análisis, que realiza, supone que los cuatro factores de riesgo operan independientemente unos de otros, por lo que no puede estudiar la dinámica de las relaciones entre el tratamiento de un factor de riesgo y la producción de beneficios (potenciales) para otros factores de riesgo. Esto refleja la evidencia clínica, según la cual las interacciones entre pacientes (fenotipos) y múltiples tratamientos (combinación de terapias) y sus efectos precisos sobre la supervivencia no se comprenden bien. Investigaciones adicionales en condiciones de la vida real podrían respaldar la demostración de beneficios en la supervivencia en pacientes polimedicados con uno o más factores de riesgo y tener en cuenta el impacto de los patrones de comportamiento, como el cumplimiento de las recomendaciones de estilo de vida y el tratamiento personalizado, así como su persistencia en el tiempo en diferentes subgrupos de pacientes.
Por tanto, analizar el impacto del aumento de la proporción de pacientes que alcanzan objetivos de factores de riesgo del 43 al 90 por ciento, permitió evaluar el beneficio de mejorar, aún más, la prevención secundaria. De hecho, en los siete países, se podrían evitar cada año un total de 116.921 eventos cardiovasculares mortales implementando mejoras en el tratamiento de la hiperlipidemia, la hipertensión y la diabetes. Asimismo, alentar a más fumadores a dejar de fumar podría prevenir 47.326 eventos cardiovasculares fatales adicionales por año. Lo que pone de manifiesto la gran trascendencia sanitaria como económica de la prevención secundaria.
Impacto en la carga económica
Por tanto, la inversión en prevención secundaria es altamente beneficiosa para los sistemas sanitarios. Cualquier reducción en el número de eventos cardiovasculares fatales experimentados por un país reducirá la carga de la enfermedad cardiovascular y tendrá un impacto considerable y positivo en la economía, así como en la sostenibilidad financiera del sistema de salud. De hecho, en el año 2021, la carga económica de las enfermedades cardiovasculares en la UE se estimó en 282.000 millones de euros, incluidos los costos de salud y cuidados de larga duración (155.000 millones de euros), las pérdidas de productividad (48.000 millones de euros) y los costos de cuidados informales (79.000 millones de euros).
Además, el informe estima que los costes per cápita rondaron los 630 euros, aunque existe una variación significativa entre países. Los costes sanitarios y sociales relacionados con las enfermedades cardiovasculares representan, de media, el once por ciento del gasto sanitario de la UE y el dos por ciento del PIB de la UE. Por otro lado, la carga económica global estimada de las enfermedades cardiovasculares es aún más sorprendente si se compara con la carga económica directa e indirecta de otras enfermedades altamente prevalentes en Europa. Se ha previsto que la carga económica del cáncer en la UE rondará los 126.000 millones de euros, casi la mitad que la de las enfermedades cardiovasculares.
Fundamentalmente, una gran proporción de la carga económica de los derechos compensatorios en Europa podría reducirse directa o indirectamente. Por ejemplo, más allá del impacto obvio en la salud, mejorar la tasa de cumplimiento del tratamiento antihipertensivo en un 70 por ciento podría ahorrar 332 millones de euros en costos sanitarios directos durante un período de 10 años en Italia, Alemania, España, Francia e Inglaterra. Por su parte, en Estados Unidos, estudios de simulación han estimado que un aumento del 100 por ciento en la adherencia podría ahorrar 72.000millones de dólares en costos de atención médica en 10 años y prevenir 8,5 millones de eventos durante el mismo período.
Las intervenciones sociales destinadas a mejorar la prevención de las enfermedades cardiovasculares son muy rentables para los sistemas de salud. Las inversiones en intervenciones dirigidas a los accidentes cerebrovasculares, el infarto de miocardio, la diabetes y otras enfermedades cardiovasculares generan, en promedio, un retorno social de 10 dólares por cada dólar invertido. Además, se ha demostrado que los modelos probados de prevención secundaria reducen la mortalidad cardiovascular en aproximadamente un 58 por ciento. Por lo tanto, pueden ser sumamente valiosos para ahorrar costos futuros en el sistema de salud y en la sociedad.