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El 31 de diciembre de 2019 China notificaba los 27 primeros casos de una neumonía de origen desconocido. Siete días más tarde, las autoridades sanitarias del país identificaron la causa del brote: un nuevo tipo de coronavirus SARS-CoV-2. El resto es historia. La llegada de la pandemia de COVID-19 tuvo importantes consecuencias económicas sobre los sistemas sanitarios de todo el mundo. Pero según se detalla el informe final elaborado por el Consejo de OMS sobre la Economía de la Salud para Todos, “la pandemia fue una catástrofe evitable, consecuencia directa de un fracaso colectivo a la hora de gobernar el mundo por el bien común”.

Desde el organismo que rige la salud mundial consideran que durante años se ignoraron las advertencias sobre la necesidad de adoptar medidas preventivas para protegerse del riesgo de sufrir futuras pandemias. Del mismo modo, sopesan que no se hicieron las inversiones esenciales ni en los sistemas sanitarios ni en personal. Como consecuencia, millones de personas murieron “innecesariamente” y solo un año después del estallido de la pandemia, casi 100 millones se vieron abocadas a la pobreza en todo el mundo.

En el informe se cuestiona que incluso el triunfo de desarrollar una vacuna contra la COVID-19 en tiempo récord no fue suficiente para priorizar el bien común. “En el plazo de un año, los países de renta alta habían acaparado 870 millones de dosis sobrantes. Los conocimientos no se compartieron y los derechos de propiedad intelectual quedaron en manos de unas pocas compañías. Esta dinámica disfuncional creó un ‘apartheid de las vacunas’. Pedimos cambios en el pensamiento económico y en los sistemas de salud, en cada país y en todo el mundo”, detalla el informe.

Ante la problemática que estaba atravesando el mundo, en 2020 Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, anunció la creación de este consejo de expertos sobre la Economía de la Salud para todos con el objetivo de replantear la economía desde una perspectiva global. A lo largo de los dos últimos años, el consejo independiente, dirigido por su presidenta, Mariana Mazzucato, ha defendido que la ‘Salud para Todos’ debe situarse en el centro de la concepción de los sistemas sociales y económicos. De la misma forma, promulga que la economía mundial debe dar prioridad a este concepto de la ‘Salud para Todos’.

El informe, que se presentó en la Asamblea Mundial de la Salud de 2023 en Ginebra, recoge que si bien la lucha contra la COVID-19 ha costado dinero a todos los gobiernos, los países de renta baja y media han sido los más penalizados por la actual coyuntura económica. Mientras las naciones más ricas creaban estímulos fiscales para responder a circunstancias extraordinarias, los países más pobres se veían obligados a restringir el gasto e incluso recortar los presupuestos para apaciguar a los acreedores internacionales. “El derecho a la salud de cientos de millones de personas ha quedado subordinado a las presiones del pago de la deuda a corto plazo”, corrobora.

Los profesionales sanitarios sufrieron durante los meses más críticos de la pandemia por la falta de equipos de protección y de apoyo. Sin embargo, ya han pasado tres años del estallido de la COVID-19 y la escasez de profesionales sanitarios sigue siendo una constante en todo el mundo, sobre todo en los países de renta baja.

Coste de la pandemia en España

En España, la media por comunidades autónomas (CC.AA.) del gasto sanitario per cápita en 2019 se situó en 1.569 euros, mientras que en el año 2020 pasó a ser de 1.707 euros. Esto significa que la pandemia costó 138 euros de media a cada español por la adquisición de material sanitario y equipos de protección, según se detalla en la Estadística de Gasto Sanitario Público (EGSP) elaborada por Sanidad en 2020.

Si se desglosan los datos en las diferentes CC.AA., se observa que Cataluña (245 euros), Castilla y León (202 euros), Castilla-La Mancha (197 euros) y Cantabria (177 euros) fueron las autonomías que más lo incrementaron en el año de estallido de la pandemia. En la otra cara de la moneda, entre los territorios que menor gasto destinaron, se encuentran La Rioja (69 euros), País Vasco (75 euros), Aragón (88 euros) y Extremadura (94 euros).

El gasto sanitario total en el año 2020 fue de 83.811 millones de euros, lo que supuso un incremento del 10,9 por ciento respecto a 2019 (75.056 millones). Todos los sectores experimentaron un aumento menos el de la Seguridad Social (1.633 frente a los 1.714 de 2019). El impacto más importante del gasto se produjo en la Administración Central, pasando a ser de un 185,8 por ciento más. Le siguen en importancia las Corporaciones Locales, con un 13,3 por ciento, y las Comunidades Autónomas, con un 10,8 por ciento, respectivamente. Casi la totalidad del gasto fue destinada al sector de las CC.AA., responsables del 92,2 por ciento del total de la partida.

La pandemia costó de media 138 euros a cada español

Los expertos llevan tiempo advirtiendo de los peligros de no dar prioridad a la inversión en sistemas sanitarios fuertes y eficaces y en abordar los determinantes comerciales y sociales de la salud, que influyen directamente en los resultados sanitarios. “La consecución del más alto nivel de salud no empieza en la clínica o el hospital, sino en los hogares, las escuelas, las calles y los lugares de trabajo. El resultado final debe ser que cada persona pueda desarrollarse física, mental y emocionalmente”, añade Tedros Adhanom.

Prevención antes que curación

Desde la OMS defienden que tomar medidas preventivas para abordar los determinantes sociales y económicos de la salud debe considerarse siempre una inversión y no un coste. El motivo es que es “más rentable prevenir que curar”. En este punto sugieren que los costes de la pandemia habrían sido mucho menores si el mundo hubiera gastado el dinero necesario para poner en marcha sistemas de detección de la enfermedad y promoción del bienestar mucho antes.

Las estimaciones realizadas por el Banco Mundial y la OMS constatan que solo costaría 1,3 euros por persona en el mundo construir un sistema mundial eficaz de prevención y respuesta a pandemias futuras. Sin embargo, la lucha por conseguirlo es sintomática de la aversión de los gobiernos a invertir por adelantado en prevención. Esta aversión existe en muchos retos persistentes.

Uno de los ejemplos en los que recae el informe y que es de absoluta actualidad es el de las resistencias a los antibióticos. A menudo denominada la pandemia silenciosa, la OMS advirtió hace unos años que para 2050 habrá más muertes relacionadas con súperbacterias resistentes que por cáncer y que incluso que será la principal causa de muerte en el planeta. Actualmente, según el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), las infecciones causadas por bacterias resistentes a los antibióticos provocan la muerte de más de 30.000 europeos al año, una cifra que se eleva a 700.000 personas en ámbito mundial.

La resistencia a los antibióticos es uno de los retos más importantes al que se enfrenta la humanidad del siglo XXI. La eficacia para mejorar la supervivencia y el progreso de la sociedad se está agotando porque los nuevos antibióticos no solucionan todos los problemas. El horizonte dibuja una situación crítica y la OMS ya alertó de que las novedades que se hallaban en fases clínicas no resolvían lo suficiente el problema de la farmacorresistencia de las bacterias más peligrosas de todo el mundo.

Muchas infecciones, como la neumonía o la tuberculosis, son cada vez más difíciles de tratar debido a la capacidad de las mutaciones de bacterias como consecuencia del uso indiscriminado de antibióticos. No completar correctamente un tratamiento genera resistencias. Este problema se produce porque las bacterias son capaces de defenderse de los antibióticos por el mal uso o abuso de estos y, por lo tanto, dejan de ser sensibles a estos medicamentos. Esto ocasiona un gasto sanitario elevado (1.500 millones anuales en Europa) y un aumento de la mortalidad.

Las cinco principales causas de enfermedades no transmisibles (ENT), es decir, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas, cáncer, diabetes y trastornos mentales, costarán 43 billones de euros entre 2010 y 2030, una media de más de 1,8 billones de euros al año. Una estimación sugiere que el coste de 129.000 millones de euros necesario para reducir en un tercio las muertes mundiales por ENT generaría unos beneficios económicos casi 20 veces mayores.

“La prevención no se limita al sector sanitario, sino que implica a múltiples sectores para abordar los determinantes sociales, económicos y comerciales de la salud. Incentivar a las industrias del petróleo y el gas mediante subvenciones, por ejemplo, acaba lastrando la atención sanitaria en forma de afecciones respiratorias derivadas de la contaminación atmosférica. El primer paso para repensar la innovación en materia de ‘Salud para Todos’ es reconocer que la innovación sanitaria implica inteligencia colectiva. Múltiples actores, desde instituciones públicas a empresas privadas, laboratorios universitarios y organizaciones de la sociedad civil, participan en la creación de las tecnologías médicas de las que dependemos para la salud”, recalca.

El Banco Mundial y la OMS constatan que solo costaría 1,2 euros por persona en el mundo construir un sistema mundial eficaz de prevención y respuesta a pandemias futuras

Medidas para paliar el acceso desigual a vacunas

En el informe también queda latente el acceso desigual a las vacunas contra la COVID-19. “El desarrollo de múltiples vacunas COVID-19 en menos de un año demuestra lo mucho que puede lograrse cuando el ingenio humano y unas sólidas capacidades de investigación y desarrollo (I+D) reciben un amplio apoyo público. Sin embargo, el acceso desigual a estas vacunas puso de manifiesto que, a menos que la innovación se gobierne para el bien común, muchas personas siguen excluidas de sus beneficios”, recoge el documento.

Desde la OMS creen necesario un nuevo ecosistema de innovación sanitaria integral para el bien común y que dé prioridad a las necesidades sanitarias de todas las regiones del mundo. Como respuesta al acceso muy desigual a vacunas frente a la COVID-19, pusieron en marcha el Programa de Transferencia de Tecnología de Vacunas de ARNm. El proyecto dio sus primeros pasos en 2021 bajo la dirección de la OMS y el Medicines Patent Pool, con sede en Ginebra, con la finalidad de establecer la capacidad de producir este tipo de vacunas en un centro de Sudáfrica para después compartirse con una red de unos 15 centros de producción de ARNm.

Entre los participantes en el programa existe un gran entusiasmo por recibir y adaptar la tecnología para vacunas de ARNm. Tanto es así que el informe recoge el testimonio de Abdul Muktadir, director general de Incepta Vaccines, una compañía con sede en Blangadesh. Muktadir describe la tecnología de ARNm como una plataforma para el futuro. “Nos ha dado la confianza de que pronto podremos producir vacunas y productos biológicos utilizando la tecnología punta del ARNm a un precio asequible. Ahora sabemos que no es tan difícil desarrollar vacunas de ARNm”.

“Al no invertir, acabamos gastando más en todos los costes sociales derivados de una población insana. La salud es un derecho humano fundamental. El objetivo de invertir en salud no es aumentar el PIB o la productividad económica. Junto a un medio ambiente sostenible, una población sana debe ser el objetivo último de la actividad económica. Esperamos que el Consejo haya logrado articular y promover una nueva narrativa que reconozca que la salud y la economía como interdependientes. Los esfuerzos por mejorar la salud no pueden considerarse independientes de las decisiones políticas y económicas. La salud no es solo un sector”, concluye el informe elaborado por el organismo que rige la salud mundial.