La insuficiencia cardíaca es una enfermedad crónica que, a pesar de ser muy prevalente, es muy desconocida entre la población en general. No existe una conciencia a nivel social de la magnitud que tiene esta patología y, sin embargo, afecta aproximadamente a entre 750.000 y un millón de personas en España, es decir entre un 3 o un 6 por ciento de la población mayor de 45 años.

Esta afección está incrementándose de forma exponencial debido al envejecimiento de la población y porque es la consecuencia final de la mayoría de las enfermedades cardiovasculares. “Es decir, cuando una persona sufre un infarto, aunque se recupere, después su corazón ya no funciona igual y se convierte en un problema crónico”, explica a esta publicación Manuel Anguita Sánchez, portavoz de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Las cifras de mortalidad son mayores que la de la mayoría de los cánceres, sin embargo “no tenemos conciencia de esta patología”, señala Anguita. “Cuando la gente piensa en el corazón, piensa en infarto de miocardio, pero no en la insuficiencia cardíaca”, añade.

Costes derivados de la insuficiencia cardíaca

Se estima que los gastos derivados de esta insuficiencia cardíaca alcanzarían aproximadamente los 3.600 millones de euros al año, es decir “el 4 por ciento del gasto sanitario total del país que, en 2023, por ejemplo, fue de unos 92 millones de euros”, explica Anguita.

Desde el punto de vista económico, esta enfermedad conlleva elevados gastos, tal y como explica a EDS David Cantarero, catedrático de la Universidad de Cantabria y responsable del Grupo I+D en Economía de Salud del IDIVAL Hospital Valdecilla. “Es complejo determinar un coste total de insuficiencia cardíaca, si bien a partir de los últimos estudios publicados, puede estimarse a partir del coste medio total de la atención sanitaria a la insuficiencia cardíaca, que este coste pueda elevarse hasta casi los 11.900 millones de euros entre gastos directos e indirectos”, apunta. Esto se debe, sobre todo, “por una mayor utilización de recursos sanitarios, especialmente asociados a las hospitalizaciones, además de lógicamente los costes de tipo indirecto”, ha señalado Cantarero. Esta cifra además puede elevarse si se tienen en cuenta comorbilidades asociadas, tales como diabetes, enfermedades renales crónicas, isquemia, enfermedades pulmonar obstructiva crónica (EPOC), cáncer e incluso episodios anteriores de infarto.

“Esta patología tan desconocida provoca un número enorme de hospitalizaciones “, dice Anguita. Por ejemplo, según datos extraídos del CMBD hospitalario de Andalucía, un registro administrativo que contiene un conjunto de variables clínicas, demográficas y administrativas que resumen lo acontecido a un usuario en un episodio de asistencia hospitalaria, el 25 por ciento de ingresos hospitalarios son por causas cardiovasculares, unos 120.000 ingresos anuales. Es la causa más frecuente de ingresos hospitalarios en España en mayores de 65 años y tiene asociada una mortalidad de un 10 por ciento. “Es decir, una de cada diez personas que ingresa por esta causa, muere. Pero es que, además de los que sobreviven, al año muere aproximadamente el 20 por ciento, y a los cinco años fallecen el 50 por ciento de los pacientes”, explica Anguita.

Pero también está la otra cara de la moneda, y es que, aunque la mortalidad de esta patología es mayor que la de muchos cánceres, también es cada vez mayor su tasa de supervivencia, gracias a los nuevos tratamientos y técnicas, con lo que los costes de cuidado de esas personas que viven con una insuficiencia cardíaca se disparan. Estos costes se derivan de los tratamientos farmacológicos o de procedimientos como el implante de válvulas que no funcionan. “Son procedimientos cada vez más novedosos que salvan más vidas, pero también son más costosos, con lo que aumenta el gasto derivado de esta enfermedad”, explica Anguita.

De hecho, prosigue, “entre el 70 y el 75 por ciento del gasto que produce una insuficiencia cardíaca se produce en el momento de la hospitalización, el otro 25 por ciento es gasto ambulatorio”, asegura Anguita. Aun así, hay que destacar que existe solución al menos para evitar la mayoría de los casos de insuficiencia cardíaca: “El arma más eficaz, es la prevención. Una prevención que pasa por controlar los factores de riesgo, como son el tabaco, el sedentarismo, los malos hábitos, la mala alimentación, la obesidad, el alcohol, y otro tipo de drogas. Pero sobre todo una de las grandes causas, la hipertensión que se deriva de muchos de estos factores o los provoca”, explica Anguita.

La prevención, clave contra la insuficiencia cardíaca

Según Cantarero, “es evidente que invertir en prevención sería un aspecto fundamental, aunque no es excluyente de un mejor manejo de la enfermedad”. Y es que “esta prevención es clave ante el rápido e imparable envejecimiento de la población u otros riesgos como pueden ser la diabetes o la hipertensión”.

Sería importante, continúa, “establecer estrategias adecuadas de prevención de insuficiencia cardíaca, pues ello puede ser fundamental al determinar el pronóstico”. Por ejemplo, hay que destacar la evidencia que indica que “la obesidad supone un importante factor de riesgo en el desarrollo de insuficiencia cardíaca siendo además independiente dicha correlación de los factores de riesgo de generación de insuficiencia cardíaca”, explica Cantarero.

En la misma línea, Anguita explica que la prevención viene desde la educación en salud. “Se desconoce el alcance de esta patología, es una epidemia, pero no se conoce. Y además tiene solución, a través de la prevención, pero no se hacen campañas específicas sobre prevención de esta enfermedad”, expone. El experto dice que se hacen campañas de “casi todo”, para comer sano, para hacer ejercicio diario, para no fumar, para no abusar del alcohol, “pero ninguno de estos factores se asocia nunca con la insuficiencia cardíaca, ahí radica el problema”.

Prevención igual a ahorro sanitario

Si embargo, los expertos en economía de la salud lo tienen claro y apuntan a medidas de prevención que son coste-efectivas y reducirían el impacto presupuestario de la enfermedad al fomentarlas tanto desde la perspectiva del SNS como de manera individual: “Control de peso y evitar sobrepeso, las dietas cardiosaludables que sean bajas en sal, grasas saturadas y grasas trans; evitar el consumo de alcohol y cafeína y controlar ingesta de líquidos, no incurrir en hábitos de salud negativos como fumar y fomentar los positivos como hacer ejercicio físico de forma regular, serían suficientes para evitar la mayoría de las causas que pueden provocar una insuficiencia cardíaca, como el sobrepeso, la diabetes y la hipertensión”, enumera Cantarero.

Es cierto que existe una gran cantidad de consejos, tips, y campañas para no tomar drogas, para no conducir bebido, campañas sobre comer mejor, sobre hacer ejercicio diario, sobre mover nuestro corazón, “pero nunca se asocian esos hábitos saludables con la prevención de una enfermedad que ha matado según los últimos datos del INE, a más de 10.500 personas solo en el primer semestre del año 2023”, explica Anguita. No se terminan de asociar las causas con esta patología tan grave, “es la gran olvidada de las enfermedades”, lamenta.

Y es una prevención sencilla, es decir, por ejemplo, el control de uno de sus factores de riesgo, el control de la presión arterial es fundamental en este caso para prevenir una insuficiencia que se convierte en crónica y que va en perjuicio de la calidad de vida de los pacientes. “Controlar esta presión arterial es una prueba sencilla que se hace en cualquier farmacia, pero es importante que los profesionales sanitarios transmitan a los enfermos en riesgo de padecer una patología de este tipo, que deben llevar una vida sana, no para evitar un infarto, sino una patología que les pueda llevar a muchas hospitalizaciones, a pequeñas intervenciones y a un sinfín de molestias para toda la vida”, dice Anguita.

Sin olvidar, lo que supone un paciente con insuficiencia cardíaca a nivel cuidados. “Una persona con una insuficiencia cardíaca diagnosticada necesita vigilancia, apoyo, cuidados porque en cualquier momento puede necesitar una hospitalización, con los gastos que ya hemos dicho que conlleva”, señala.  Por esa razón, no se pueden desestimar los gastos indirectos relacionados con las comorbilidades que conlleva esta patología. “Los costes laborales de una persona que tiene que pedir la baja continuamente, los costes que le supone a una familia el tener a alguien en un hospital, el coste de un cuidador si es una persona mayor o vive sola y necesita apoyo, son infinitos”, concluye Anguita.

Síntomas de la insuficiencia cardíaca

La insuficiencia cardíaca una enfermedad que se produce cuando el músculo cardíaco no bombea sangre como debería. Con frecuencia, la sangre retrocede y hace que se acumule líquido en los pulmones y las piernas. La acumulación de líquidos puede causar falta de aire e hinchazón de las piernas y los pies. “Es una descompensación entre la cantidad de sangre que bombea el corazón y las necesidades del organismo”, explica Anguita.

Los síntomas pueden ser muchos y desarrollarse muy lentamente, aunque a veces la sintomatología puede aparecer de forma repentina. Algunos de estos síntomas son: falta de aire al hacer una actividad o al estar acostado, fatiga y debilidad; hinchazón de extremidades, latidos del corazón rápidos e irregulares (arritmias), tos que no desaparece, hinchazón del abdomen, aumento de peso debido a la acumulación de líquidos, náuseas o falta de apetito, dificultad para concentrarse. “Pero generalmente estos síntomas, no suelen alertar al paciente, porque no se asocian con ninguna enfermedad en concreto”, indica Anguita. La insuficiencia cardíaca es “la enfermedad desconocida”, concluye.

Enfermedades coronarias y otras causas

Las causas además son muchas, pero siempre se deben “a una alteración de la función normal del corazón”, señala Anguita.

Pueden ser varias, las principales son, por ejemplo, una cardiopatía isquémica, que aparece cuando las arterias coronarias que distribuyen la sangre al corazón sufren un estrechamiento que reduce o impide el flujo sanguíneo, con lo que no llega oxígeno al corazón. En otras ocasiones, un coágulo o trombo produce una obstrucción del vaso sanguíneo y se produce un infarto.

En principio, para que haya una insuficiencia cardíaca, explica Anguita, “tiene que haber un problema cardíaco previo, una alteración de la función del corazón”. Una enfermedad coronaria, como un infarto, o una hipertensión que puede producir una hipertrofia, lo que se conoce como miocardiopatía hipertensiva, “por una hipertensión mal controlada”, explica Anguita.

La miocardiopatía también puede deberse a una diabetes, por abuso en el consumo de alcohol u o tras drogas, por ejemplo, el consumo de cocaína está asociado a diversas manifestaciones a nivel cardiovascular, incluyendo síndrome coronario agudo (SCA), miocardiopatía, alteraciones electrocardiográficas, hipertrofia ventricular izquierda, arritmias y muerte súbita.

También puede deberse a una anomalía genética, pero son las menos de las veces. “Lo habitual, es que haya habido un deterioro del corazón anteriormente y luego se quede de forma crónica una insuficiencia cardíaca, porque el corazón ya ha visto alterada su función”, explica Anguita.

Existen otras causas, como las valvulopatías que es cuando alguna válvula del corazón deja de funcionar o funcional mal. Estas pueden pueden ser corregidas mediante la implantación de válvulas biológicas o sintéticas implantadas mediante una operación mínimamente invasiva en que se reparan o se reemplazan las válvulas cardíacas afectadas.

Las arritmias, también pueden provocar insuficiencia cardíaca, ya sean rápidas o lentas y existe además un tipo de insuficiencia cardíaca causada por el aumento de demanda ocasionada por enfermedades como una anemia muy grave, enfermedad de la tiroides, una infección generalizada por todo el cuerpo o el aumento de la presión arterial, lo que puede provocar una mayor demanda de sangre corporal que a veces el corazón no puede satisfacer.

Otras causas

Por otra parte, explica Anguita, existe un tipo de daño en el corazón que puede estar provocado por la quimioterapia utiliza para tratar el cáncer. “Sobre todo ocurre con la quimioterapia que se utiliza para tratar el cáncer de mama, cuyo uso produce más muertes que el propio cáncer de mama”. Por eso, dice Anguita, se está desarrollando en los últimos años una nueva especialidad llamada cardioncología, que estudia precisamente las secuelas del tratamiento del cáncer. “Porque ya hay evidencias de que este fármaco provoca muchos y variados daños en el miocardio”, explica.

El corazón también puede verse alterado debido a virus como la COVID-19 por ejemplo, lo que se conoce como miocarditis, porque al final es una enfermedad inflamatoria que afecta a los músculos, “y el corazón es un músculo que también puede inflamarse”, explica Anguita.

En cuanto a las cardiopatías congénitas, son casos poco frecuentes, pero pueden darse en niños recién nacidos, “aunque son poco frecuentes y suelen ser corregidas mediante intervención quirúrgica durante su estancia en neonatos, sin dejar secuelas graves al paciente”, señala Anguita.

Tratamientos de la insuficiencia cardíaca

Existen muchos y diversos tratamientos eficaces para retrasar la progresión de esta patología, mejorar la calidad de vida de los pacientes y prolongar su supervivencia del paciente. Así, controlar los hábitos alimenticios; tomar menos sal, comer más sano, menos grasas, conseguir mantener un peso normal. El uso de fármacos vasodilatadores que reducen la carga con la que debe trabajar el corazón y aumentan su rendimiento, rebajando la tensión arterial. La ingesta de betabloqueantes que disminuyen las pulsaciones y mejorar el pronóstico vital, otros fármacos como los inhibidores de la aldosterona que mejoran la supervivencia en pacientes con la función del corazón disminuida, y en última instancia si no funciona ningún tratamiento se puede plantear el trasplante de corazón.

En todo caso, reitera Anguita, “la prevención es clave”. “Una persona que ha sufrido una enfermedad coronaria o que tiene hipertensión, y cualquier persona incluso con el corazón sano, debe llevar unos hábitos de vida saludables para evitar esta patología tan silenciosa como desconocida y mortal”, concluye.


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