El sedentarismo pasa factura tanto a nivel social como económico. Un doble impacto que se traduce en consecuencias negativas para la salud de la población, así como en un alto coste para el sistema sanitario.

La inactividad física provoca un “deterioro de las funciones fisiológicas normales”, tal y como asegura a esta publicación Alfonso Jiménez, catedrático de Salud de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Esto tiene como resultado el incremento del riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles y, entre las personas que ya están en una clara situación de riesgo, hace que puedan contraerlas con mayor facilidad.

Por otro lado, supone un importante gasto sanitario para la administración pública. Un aspecto muy relacionado con el impacto negativo sobre la salud. Y es que, a mayor presencia e intensidad de enfermedades crónicas no transmisibles, mayor será la cantidad de recursos médicos necesarios para tratar dichas patologías y, por ende, se producirá un incremento del gasto del Sistema Nacional de Salud (SNS).

Una carga económica para el SNS

La carga económica de la inactividad física es bastante elevada. “Se estima que la inactividad física cuesta, aproximadamente, 1.803 millones de euros al año en España, según datos del 2020”, asegura Jiménez. Una cifra que se obtiene de la relación que existe entre las muertes directamente asociadas a la inactividad física –un 14,3 por ciento del total de muertes en España, indica el catedrático–, y el coste asociado por discapacidad que se atribuye a cada una de las principales enfermedades crónicas asociadas a los costes de atención sanitaria.

En este sentido, durante su participación en las ‘II Jornadas de prescripción del ejercicio en personas con obesidad’, Jiménez destacó la reducción del gasto sanitario en función de los días de actividad física que desarrolle la población. Según el experto, “una persona que sea activa cinco días a la semana cuesta un 23 por ciento menos al sistema público de salud; por el contrario, una persona sedentaria aumenta el gasto en un 26 por ciento”. Por ello, aclaró, “si somos capaces de cambiar el comportamiento inactivo, nos acercaríamos a reducir en casi un 50 por ciento el gasto sanitario por inactividad física”.

El experto indica que, hoy en día, la inactividad física supone el 27 por ciento del gasto total en Sanidad dentro de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). “Una tercera parte del gasto presupuestario total en sanidad (en 2022 fue de aproximadamente 6.600 millones de euros) se relaciona directamente con el gasto por inactividad física en España”, afirma Jiménez.

Si vamos más a allá de nuestras fronteras, según el ‘Informe sobre la situación mundial de la actividad física 2022’ de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial, entre 2020 y 2030, se producirán casi 500 millones de nuevos casos enfermedades no transmisibles prevenibles, lo que supondrán unos costes de tratamiento de más de 300.000 millones de dólares (alrededor de 27.000 millones de dólares anuales) si no tiene lugar ningún cambio en la prevalencia de la actual inactividad física.

Casi la mitad de los nuevos casos de enfermedades no transmisibles serán consecuencia de la hipertensión (un 47 por ciento), seguido de la depresión (un 43 por ciento), según la OMS. Y el mayor coste económico se producirá en los países de ingresos altos, que representarán “el 70 por ciento del gasto en atención de salud para el tratamiento de las enfermedades derivadas de la inactividad física”.

En este contexto, el informe de la OMS muestra que solo el 30 por ciento de los países tienen pautas nacionales de actividad física para todos los grupos de edad. En el caso de España, según el 5º Eurobarómetro del deporte y actividad física, el 50 por ciento de la población no realiza las recomendaciones de ejercicio. Jimenez señala que esto conlleva una “situación de riesgo en salud y un impacto económico de 1.560 millones de euros”.

Impacto del ejercicio sobre la salud

Existe una clara relación entre el comportamiento inactivo y la mayor presencia y gravedad de enfermedades crónicas no transmisibles. Según el estudio ‘The cost of inaction on physical inactivity to public health-care systems: a population-attributable fraction analysis’, publicado en The Lancet, la inactividad física es un importante factor de riesgo para las enfermedades no transmisibles y las afecciones de salud mental, entre las que se incluyen los accidentes cerebrovasculares, la hipertensión, la diabetes tipo 2, la enfermedad coronaria, varios tipos de tumores, la demencia, la depresión y la mortalidad por todas las causas, especialmente debida a las enfermedades cardiovasculares.

“En todo el especto de trastornos crónicos de la salud, la inactividad física juega un papel facilitador y acelerador de los impactos negativos”, apunta Jiménez, quien menciona los numerosos beneficios de la actividad física. “El ejercicio es extremadamente beneficioso, pues estimula una serie de funciones fisiológicas normales en nuestro organismo que permiten que todos los sistemas de control de nuestra salud estén perfectamente sincronizados; además, el músculo es un factor determinante para nuestro estado de salud por su impacto sobre la estructura ósea o el equilibrio hormonal”, explica.

Tal y como señala Jiménez, no moverse es “antinatural” y tiene efectos negativos sobre la salud humana. Sin embargo, asegura que el problema es que somos una “sociedad contempladora crónica”, es decir, que contempla la posibilidad de ser físicamente activa, pero no es capaz de alcanzar el compromiso.

En este sentido, el experto puntualiza que la prevención es importante y, para ello, se debe concienciar desde la infancia. Así, la atención primaria juega un papel muy importante: “La función del médico de familia recomendando ejercicio funciona muy bien, por ejemplo, en Australia; tiene un efecto positivo en la reducción del coste sanitario, porque estás actuando en una estrategia de prevención”, puntualiza.

Y es que la vida de los más pequeños está “organizada en base a un triángulo de influencias: la familia, el colegio y los amigos”, según Jiménez. Por ello, desde pediatría se debe hacer un esfuerzo para influir positivamente en la familia. “Los pediatras tienen una enorme capacidad de persuasión entre los padres; educan en comportamientos de vida saludable al conjunto de la familia y son un elemento fundamental en el desarrollo de la salud del conjunto de la población, porque los niños influyen mucho en el comportamiento de los padres, y a la inversa”, afirma.

Factores que influyen en la actividad física

Existen diferentes factores que influyen a la hora de que la población mantenga el hábito de realizar actividad física. Alfonso Jiménez menciona el factor socioeconómico de las familias como el más importante y el que más contribuye a la desigualdad, siendo las personas más desfavorecidas económicamente las que tienen menos acceso a la práctica deportiva y se enfrentan a mayores dificultades para adoptar un comportamiento activo.

“El problema que tenemos como sociedad es que no tenemos una distribución dimétrica sobre los efectos de comportamiento inactivos en la sociedad y son las clases sociales más bajas las que más sufren esos efectos, pues son las más inactivas y tienen peores hábitos nutricionales”, explica el catedrático.

La actividad física debe ser un componente básico de las políticas públicas y todos los países deberían garantizar la facilitación de oportunidades equitativas de actividad física para toda la población. Pero “estamos en una situación complicada, porque el acceso a los servicios deportivos o de actividad física de calidad no está garantizado ni de lejos”, lamenta Jiménez. Así, expone que las principales barreras para la práctica de ejercicio de estas personas son la falta de tiempo –“necesitan tener varios trabajos para tener un salario medio digno”, apunta– y, sobre todo, el “importante coste” que tienen esos servicios deportivos en nuestro país.

Por otra parte, en el último Eurobarómetro se analiza en los 27 países de la Unión Europea (UE) el impacto de la COVID-19 en la frecuencia de práctica de actividad física y deporte. Este hecho propició que únicamente el 34 por ciento de los europeos siguiese siendo físicamente activo, aunque con menos frecuencia, incluida la práctica deportiva, siendo esta tendencia habitual en 14 países de la UE. Los países con los niveles más altos fueron Luxemburgo (42 por ciento), Portugal (41 por ciento) y España (40 por ciento). Los niveles más bajos se encuentran en Lituania (22 por ciento), Rumanía (23 por ciento), Croacia y Estonia (28 por ciento, respectivamente).

Sobre estos datos arrojados por el Eurobarómetro, Jiménez apunta que la población de europeos que son físicamente activos es “razonablemente elevada”. “Uno de cada tres europeos (un 6 por ciento) hace ejercicio con cierta regularidad, aunque ha bajado un punto respecto al Eurobarómetro anterior de 2017”, afirma.

Recomendaciones de la OMS

Las recomendaciones de la OMS apuntan a la necesidad de dedicar 150 minutos de ejercicio a la semana, afirma Alfonso Jiménez. Además, las últimas recomendaciones, que datan de noviembre de 2022, incluyen la importancia de que aquellas personas que tienen problemas de salud, vinculadas especialmente al sobrepeso, incrementen esa cantidad hasta los 300 minutos a la semana. “Los beneficios son mucho mayores y 150 minutos no es suficiente para revertir el exceso de peso corporal asociado al comportamiento inactivo”, asevera Jiménez.

Para que mejore la salud a través de la actividad física, debe haber una frecuencia de práctica suficiente. De este modo, el catedrático explica que “tres bloques de diez minutos al día serían suficientes para mantener las funciones vitales perfectas y estar sano si no se tiene un trastorno de salud vinculado a un comportamiento inactivo”. Eso sí, pone especial hincapié en que el ejercicio debe estar “vinculado a la salud genérica, la sensación de bienestar y la calidad de vida”, independientemente del peso. Y es que se tiende a pensar que, si no se tiene sobrepeso, no es necesario realizar ejercicio. “La persona que no tiene sobrepeso y no realiza actividad física, puede tener una sarcopenia enorme, ha perdido mucha masa muscular y eso afecta a los receptores insulínicos o tiene procesos post-inflamatorios”, afirma Jiménez. Por ello, “es importante que salgamos del estereotipo que aparta a muchísima gente del mensaje”, concluye.

La carga sanitaria y económica de la inactividad física es evitable. Las inversiones adicionales y la implementación de intervenciones políticas efectivas pueden ayudar a los países a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible de reducir la mortalidad por enfermedades no transmisibles para 2030. Por ello, para contribuir a lograr este objetivo, la OMS ha lanzado cincorecomendaciones destinadas a cerrar la brecha existente entre las políticas sobre actividad física y su aplicación:

  1. Reforzar la implicación de todo el gobierno y el liderazgo político.
  2. Integrar la actividad física en las políticas pertinentes y apoyar la aplicación de las mismas con herramientas y orientaciones prácticas.
  3. Fortalecer las alianzas, involucrar a las comunidades y capacitar a las personas.
  4. Reforzar los sistemas de datos, la supervisión y la transferencia de conocimientos.
  5. Garantizar una financiación sostenible y ajustarse a los compromisos de política nacionales.